martes, 24 de noviembre de 2009

FOLLETO

Para los que no pudieron asistir a la obra, este es el texto del folleto que se entregó a la entrada. Es lo que podemos compartir, las masitas con forma de pescado (saladas y dulces) que hizo la hermana de Marcelo para la función no se pueden convidar en el mundo virtual, y además no quedó ninguna:

MARINERO EN TIERRA

Marcelo Bustos tiene 22 años y es marinero. Ha estado embarcado dos veces en pesqueros de altura, y en ellos ha hecho un poco de todo: recoger la red, cortar cabeza y cola de pescado, almacenar en la cámara frigorífica… Durante la última marea (así se denomina a los períodos de pesca que realizan los pesqueros de altura y que duran alrededor de sesenta días) Marcelo sufrió un accidente de trabajo, motivo por el cual se encuentra en tierra, en rehabilitación.


LA LÍNEA DE LA VIDA

La vida en el barco es dura, pero es, además, peligrosa. En momentos en que se recoge la red la atención debe ser extrema: puede haber un golpe, un sacudón, alguien puede resbalar y caer. Una soga colocada sobre el final del barco, por donde sube la red, ofrece la última oportunidad de tirar el manotazo y quedar a bordo. La llaman “la soga de la vida”.

De modo que el accidente, aquello que es por definición lo imprevisto, en el pesquero es una posibilidad latente que acompaña cada movimiento.


¿CUÁNTO COTIZA UN DEDO?

Así como la industria pesquera clasifica la pesca por tamaño y especie, y descarta lo que no es comercializable (cola y cabeza), así, ante un accidente las compañías aseguradoras de trabajo evalúan el daño en función de la utilidad laboral: no todos los dedos tienen el mismo valor, y, por ejemplo, la mano derecha vale mucho más que la izquierda.

El cuerpo del trabajador está fraccionado y cotizado según un patrón de rendimiento.


PALABRA E IMAGEN

Dos elementos son vitales para la vida embarcado: la palabra, que implica la posibilidad del relato, y un apéndice tecnológico que ya forma parte del cuerpo de los marineros: el celular. Mediante el relato los trabajadores se mantienen unidos y alertas, hacen chistes que mantienen a todos despiertos, o se alientan a acelerar el ritmo de trabajo y de ese modo ganar tiempo de descanso. Si la palabra es lo que mantiene unido el grupo internamente (“tenemos que cuidarnos, somos como una familia” dice Marcelo), el celular ofrece la posibilidad de mantenerse unido con los afectos que están en tierra, hablar y mostrarles a través de fotos o filmaciones cómo se vive en el barco.


LUZ, CELULAR, ACCIÓN!

Marcelo Bustos registra el día a día en el barco: organización del trabajo, bromas entre amigos, tecnología industrial, cumbia. Los videos que se ven en la obra fueron tomados con un Motorola B360. No bien cobró su primer sueldo decidió que la mejor inversión era cambiar el celular. Ahora filma con un Nokia N95 que le permite editar el material que toma. Por ejemplo, para que uno de sus compañeros le envíe a su novia, Marcelo editó a bordo un clip con imágenes de la vida en el mar, y una cortina musical convenientemente romántica.


DAME UNA SEÑAL

En la zona de pesca no hay señal, así que cuando ocurre un accidente y el barco se arrima a la costa para recibir ayuda, la tripulación aprovecha a utilizar los celulares. La llamada en tierra se recibe con alivio y angustia. Alivio porque se tiene contacto con el familiar embarcado, y angustia porque se sabe que si hay comunicación es porque algo pasó ¿a quién? ¿y de qué magnitud?


Marcelo Bustos llega a escena con sus videos, su palabra, su mano izquierda, y su celular. Para nosotros, espectadores, no es una foja de seguro, ni un número para evacuación de emergencia, ni el costo a pagar por un dedo: es quien nos presenta su mundo y al hacerlo nos permite preguntarnos por el mundo en que vivimos.


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