martes, 24 de noviembre de 2009

FOLLETO

Para los que no pudieron asistir a la obra, este es el texto del folleto que se entregó a la entrada. Es lo que podemos compartir, las masitas con forma de pescado (saladas y dulces) que hizo la hermana de Marcelo para la función no se pueden convidar en el mundo virtual, y además no quedó ninguna:

MARINERO EN TIERRA

Marcelo Bustos tiene 22 años y es marinero. Ha estado embarcado dos veces en pesqueros de altura, y en ellos ha hecho un poco de todo: recoger la red, cortar cabeza y cola de pescado, almacenar en la cámara frigorífica… Durante la última marea (así se denomina a los períodos de pesca que realizan los pesqueros de altura y que duran alrededor de sesenta días) Marcelo sufrió un accidente de trabajo, motivo por el cual se encuentra en tierra, en rehabilitación.


LA LÍNEA DE LA VIDA

La vida en el barco es dura, pero es, además, peligrosa. En momentos en que se recoge la red la atención debe ser extrema: puede haber un golpe, un sacudón, alguien puede resbalar y caer. Una soga colocada sobre el final del barco, por donde sube la red, ofrece la última oportunidad de tirar el manotazo y quedar a bordo. La llaman “la soga de la vida”.

De modo que el accidente, aquello que es por definición lo imprevisto, en el pesquero es una posibilidad latente que acompaña cada movimiento.


¿CUÁNTO COTIZA UN DEDO?

Así como la industria pesquera clasifica la pesca por tamaño y especie, y descarta lo que no es comercializable (cola y cabeza), así, ante un accidente las compañías aseguradoras de trabajo evalúan el daño en función de la utilidad laboral: no todos los dedos tienen el mismo valor, y, por ejemplo, la mano derecha vale mucho más que la izquierda.

El cuerpo del trabajador está fraccionado y cotizado según un patrón de rendimiento.


PALABRA E IMAGEN

Dos elementos son vitales para la vida embarcado: la palabra, que implica la posibilidad del relato, y un apéndice tecnológico que ya forma parte del cuerpo de los marineros: el celular. Mediante el relato los trabajadores se mantienen unidos y alertas, hacen chistes que mantienen a todos despiertos, o se alientan a acelerar el ritmo de trabajo y de ese modo ganar tiempo de descanso. Si la palabra es lo que mantiene unido el grupo internamente (“tenemos que cuidarnos, somos como una familia” dice Marcelo), el celular ofrece la posibilidad de mantenerse unido con los afectos que están en tierra, hablar y mostrarles a través de fotos o filmaciones cómo se vive en el barco.


LUZ, CELULAR, ACCIÓN!

Marcelo Bustos registra el día a día en el barco: organización del trabajo, bromas entre amigos, tecnología industrial, cumbia. Los videos que se ven en la obra fueron tomados con un Motorola B360. No bien cobró su primer sueldo decidió que la mejor inversión era cambiar el celular. Ahora filma con un Nokia N95 que le permite editar el material que toma. Por ejemplo, para que uno de sus compañeros le envíe a su novia, Marcelo editó a bordo un clip con imágenes de la vida en el mar, y una cortina musical convenientemente romántica.


DAME UNA SEÑAL

En la zona de pesca no hay señal, así que cuando ocurre un accidente y el barco se arrima a la costa para recibir ayuda, la tripulación aprovecha a utilizar los celulares. La llamada en tierra se recibe con alivio y angustia. Alivio porque se tiene contacto con el familiar embarcado, y angustia porque se sabe que si hay comunicación es porque algo pasó ¿a quién? ¿y de qué magnitud?


Marcelo Bustos llega a escena con sus videos, su palabra, su mano izquierda, y su celular. Para nosotros, espectadores, no es una foja de seguro, ni un número para evacuación de emergencia, ni el costo a pagar por un dedo: es quien nos presenta su mundo y al hacerlo nos permite preguntarnos por el mundo en que vivimos.


viernes, 20 de noviembre de 2009

CON TORMENTA SE DUERME MEJOR


lunes, 16 de noviembre de 2009

CALADERO

1.

La función de teatro que preparamos dura lo que cualquiera de nosotros aguantaría arriba del barco en el que trabajó su protagonista. Es decir, siendo optimistas, más o menos media hora. Cualquiera de los ensayos de esta obra puede convertirse entonces en una lección de supervivencia, en la que el actor aprendiz termina instruyendo a la directora y a sus improvisados asistentes en los yeites de un oficio que ni siquiera imaginan.

Supongamos ahora que ustedes, espectadores en potencia, son también ya, en cierto modo, futuros discípulos de Marcelo. Y que yo, como un buen compañero, quiero contarles lo que aprendí hasta acá.

Arranquemos, si les parece, por el principio: no todos los pesqueros son iguales. Las embarcaciones se distinguen, por ejemplo, de acuerdo a su tamaño y correlativa autonomía para navegar. Las hay costeras, de media altura y de altura, en función de cuán lejos se internan en el océano. Otra clasificación, divide a los barcos según el arte de pesca que utilizan. Los hay “cerqueros”, “palangreros”, “poteros”, “tangoneros” o “arrastreros”, dependiendo del equipo y el método que empleen para la captura. Finalmente, los buques pueden identificarse en función de lo que hacen con lo que pescan. En este punto, hay que distinguir a los “fresqueros” de los “congeladores” y a estos de los “factoría”. Los primeros desembarcan el pescado fresco, con hielo, para que sea procesado en tierra. Los segundos congelan lo que capturan, a temperaturas inferiores a los 20º bajo cero. Los buques factoría, por último, están equipados para limpiar, eviscerar y filetear el pescado a bordo, que suelen congelar a menos de 40º bajo cero, lo que les permite permanecer más tiempo en el mar en busca de los mejores caladeros. En conclusión: ¿Qué clase de nave es el pesquero en el que Marcelo trabaja? El "Verdel" es un buque de altura, equipado con redes de arrastre. O sea, un predador de porte, que esconde bajo su cubierta una planta frigorífica completa.

Verdel es el nombre de un pez que nadie vio jamás por estas latitudes, una especie “foránea”, característica del Mar Cantábrico. Se diría entonces que la cabeza puntiaguda de este pececito apunta, por un lado, en dirección a los sobreexplotados mares de la península Ibérica, en tanto su cola señala, por el otro, hacia los convenios que el gobierno de Menem firmó con la Unión Europea para permitir el ingreso masivo de congeladores y factorías de capital extranjero o mixto allá por 1994. A cambio de contribuciones financieras y algunas rebajas arancelarias, los españoles supieron ahogar la crisis de su industria pesquera en las generosas aguas de nuestra plataforma submarina. Lejano 1994 que nada pero nada tiene que ver con lo que pasa por aquí hoy


2.

Hay buques que persiguen una sola especie. “Todos -explica Marcelo- quisiéramos estar arriba de uno de esos”. El Verdel, en cambio, es de los que va por todas. Merluza hubbsi, merluza negra y de cola, abadejo, austral y polaca, brótola, raya y calamar, marujito, pampanito y saborín. Nada se salva, ni siquiera lo que nada vale. Lo que no se procesa se devuelve muerto al océano. La red, ese término amable que engalana nuestro imaginario conectivo y progresista, corresponde, allí donde nuestros teléfonos celulares pierden señal, a un arma de destrucción masiva. Uno solo de los estrobos de la red (y tiene diez) captura de un solo saque una cantidad de pescado equivalente al volumen del escenario en el que esta obra tiene lugar. Eso es mucho, pero mucho pescado.


La estrecha trama de las redes del Verdel ha sido tejida a la luz de sus bodegas amplias e inhóspitas. Entre un extremo y el otro, entre la red y el congelador, están las bachas, las cintas transportadoras y los ductos, el mecanismo de acero inoxidable que a veces semeja el tubo digestivo de un animal fabuloso, la línea de montaje a través de la cual el cardumen se convierte en producto, y los tripulantes en operarios.

“Nosotros, ponele, si entramos a las 6 de la mañana a trabajar, terminamos nuestro turno a las 6 de la tarde. A esa hora se come, mientras entra la otra guardia. Entre que comiste y te bañaste, perdés una hora, así que te quedan 4 o 5 para dormir. A las 11 de la noche te levantan y a las 12 entrás devuelta a trabajar hasta las 12 del mediodía del día siguiente… son 12 horas por seis, en un día digamos que laburás dos veces.”

Una línea de montaje es una línea de tiempo. El anodino instrumento de una profesora del secundario aplicado a algo más rentable que la enseñanza del pasado. La línea es un arpón lógico que engarza cada gesto en una secuencia de causa y efecto. ¿No fue su inventor el que patentó también ese dictum, esa frase fuerza: “la Historia es una patraña”?


3.

De día o de noche, con brisa o con tormenta, la red se levanta y se vuelve a arrojar, puntual, cada cuatro horas. Lo que sigue es una carrera contra reloj. El apretado montón que por un instante levita en el aire salado de cubierta, cae de golpe a los pozos. Allí están para recibirlo Martín, Petaca y Marcelo. Imagínenlos, con el agua a las rodillas y a los manotazos: pescado grande por un lado, chico por el otro, hubssi para filet aparte, y lo que no sirve al agua. Sus delantales de hule se van cubriendo de escamas hasta que al final, son tres criaturitas plateadas que ríen y se insultan, exhaustas.

En la nave carnicera no hay trabajos peores, opina Marcelo, porque todos en cierta manera lo son. Una cinta metálica que se bifurca, enrula y vuelve unir, transporta el pescado de las bachas poceras al cortacabezas, del cortacabezas al cortacolas, y de ahí al "lavarropas", como por un tobogán, hasta tocar, agrupados por tamaño y especie en sepulcros de cartón, el fondo nevado del buque, ahí donde espera el tunelero, con su traje de frío.

Fotos de Marcelo Bustos

En el medio, hay muchas manos jugando a la ruleta rusa con el filo de las sierras. La lógica de funcionamiento de la factoría flotante rompe el lazo entre lo previsible y lo evitable. El accidente va a suceder. Por eso, está en todos los cálculos. En el del patrón cuando contrata a sus abogados. En el de la ley cuando dicta que un brazo derecho vale más que uno izquierdo (no importa que seas zurdo), pero también, en el del peón de bodega que se saca un guante y deja que su mano se congele, para después pedirle con calma a un compañero que le sacuda una caja encima.

“Si no tenés vicios, con lo que sacás en cinco o seis mareas podés zafar, armar algo, poner un negocito”. Difícil encontrar alguien arriba del buque que no crea una suerte estar en él. “Mi sueño es volver a embarcar” dice Marcelo, y lo repite en escena, en cada ensayo, porque es en serio, porque de verdad es lo que quiere. ¿Somos capaces de atender a las razones de Marcelo y de sus compañeros, de ver en ellos otra cosa que simples víctimas de un orden de explotación salvaje, de establecer algún tipo de lazo entre su situación laboral y nuestra condición de asalariados municipales? La escena teatral también es una balsa de salvataje con la que intentar zafar del naufragio de nuestros prejuicios bienpensantes.

Cuando entra la guardia siguiente, el pescado que trajo la red hace apenas unas horas está listo para ser vendido a Europa sin haber tocado la tierra. En cubierta, un flaco que no cumplió los 17 aprovecha lo que tal vez sea el atardecer para grabar con su celular flamante un mensaje dedicado a la piba que lo espera. Pero no será el balsámico rumor del agua lo que en la filmación se escuche, como banda sonora de sus promesas, sino el ruido del motor que acciona el movimiento perpetuo de la cinta. El mismo sonido que atesta la cocina y el comedor, y cambia en los camarotes los mejores sueños por pesadillas. “En el vientre de la ballena, Jonás sueña con el ruido del mar”. En una litera del Verdel, Marcelo Bustos sueña que trabaja.

martes, 27 de octubre de 2009

TEATRO ENTRE UNA MAREA Y OTRA


Aunque Marcelo Bustos trabaja en un pesquero, los últimos meses los pasó en tierra. Y no en razón de esta obra, sino porque durante su último viaje el cabo suelto de una red de arrastre casi le arranca un dedo que ahora cuesta volver a mover. La chance de ver a Marcelo contar su trabajo en escena deriva de esa circunstancia laboral límite que puede llegar a resultar, sin embargo, algo que se espera.

“Cuando alguien se accidenta en el barco, y eso pasa por marea más de una vez, nos ponemos todos mal, pero también un poco contentos, porque el capitán tiene que arrimarse a la costa para que venga prefectura y se lleve al herido. Entonces sabemos que por un rato los celulares vuelven a tener señal y podemos llamar a casa...”

Cada temporada en alta mar dura lo que la tripulación de 50 operarios tarda en llenar a tope las bodegas glaciales del buque. Si todo va bien, la marea no pasa de los dos meses. ¿Cuánto tiempo se mantendrá esta obra en cartel? Lo que la ART tarde en reconocer el tratamiento que a Marcelo le corresponde, lo que dure el dolor en el pulgar de su mano izquierda, lo que alcance la plata que pudo juntar hasta acá.

“…y puede que cuando suene el teléfono, todos se asusten en casa. Porque saben que si llamás pasó algo, lo que no saben es si te pasó a vos.”

jueves, 22 de octubre de 2009

ARCHIVO WHITE POR LOS MARES DEL SUR

Marcelo Bustos tiene 22 años. Trabaja embarcado en los buques de pesca de altura que barren con sus redes los mares del sur argentino, y es el autor de esta foto, que sacó con su celular.


Marcelo escucha a Pedro Caballero como a un señor mayor. Marcelo me escucha a mí como a un señor mayor. Cuando yo camino por el museo con la campera puesta, él anda en remerita. Marcelo Bustos es el protagonista de nuestro próximo documental en vivo. Hoy le conté que hacía tiempo que no actualizábamos este blog.

miércoles, 26 de agosto de 2009

sábado, 22 de agosto de 2009

ESTRELLA DE VITRINA

Sábado 29 de agosto, 19 horas, función de Archivo Caballero, con dirección de Natalia Martirena y la participación estelar de Pedro Caballero, a quien vemos en esta foto tomada cincuenta años atrás.
Hace unos días celebramos en Ferrowhite los setenta años de Pedro, y vimos esta foto de cuando tenía veinte, que está emparentada con el teatro. Porque hace cincuenta años el elenco completo del grupo de teatro whitense de Gianetto Benavigna, Pedro Caballero entre ellos, era fotografiado en casa Rex, y las fotos exhibidas en la vidriera de la casa de fotografías.
Se trataba de uno de los grupos célebres del teatro whitense, y casa Rex decidió homenajearlo, luego de empalmar éxito tras éxito con obras como Perdón, mamá o la inolvidable Se necesita un hombre con cara de infeliz, fotografiando a todos los integrantes y exhibiendo esas fotos en la vidriera . Pedro colaboraba en todo con el grupo: cobraba entradas, hacía la difusión, y asistía a los ensayos en la Sociedad Italiana, todas las noches, con mate y facturas. Hasta le tocó un pequeño papel en el cuadro escénico Vamos a la escuela. Ahora, en el festejo de su cumpleaños número setenta, trajo la foto al museo: mirada hollywodense, moñito, gomina brancato. Y a ensayar para el sábado.

miércoles, 5 de agosto de 2009

PALABRAS CRUZADAS


Hace una semana Lucía Bianco y Luciano Campetella publicaron Para seguir el debate. En una ciudad en la que, como señalan, se discute poco, parece saludable que esta polémica haya derivado en parte hacia una reflexión sobre los modos de ejercer el diálogo crítico. Pero ¿Bajo qué condiciones se planteó ese diálogo"? ¿Cómo se concibe el debate que se nos invita a continuar?

Los autores de Arte y Reconciliación afirman ahora que la “intención” de su nota era “propiciar un intercambio”. Compartimos esa intención. La celebramos. Pero al repasar su artículo en Planta nos cuesta encontrar alguna frase que la haga expresa. Lo que se dice, en una nota al pie, es que el artículo sirve a los autores para reflexionar sobre su práctica en el Museo del Puerto, objetivo legítimo, pero muy distinto a “propiciar un intercambio”, sobre todo si esa reflexión sobre la propia práctica no se comparte después con los lectores. Por otro lado, el artículo se publica en una revista a 700 kilómetros de distancia de Bahía Blanca, en un contexto de circulación ajeno al ambiente local. Si lo que se quería era “abrir una discusión”, las instancias estaban dadas acá en Bahía Blanca, desde antes y mucho más cerca: el colectivo Mil Macetas (en cuya organización participamos), Cangrejal, la comunidad virtual creada por Agustín Rodríguez, en la que se publican discusiones y textos críticos sobre el quehacer cultural de la ciudad; las Jornadas que organiza todos los años el área de Historia del Arte de la UNS; los blogs y espacios virtuales que desde hace ya tres años están abiertos a comentarios.

Es verdad que utilizan la palabra debate en el título de su nueva intervención. Sin embargo, no solo declinan discutir en detalle nuestros comentarios, sino que tampoco tienen en cuenta ninguna de las intervenciones de los numerosos lectores con los que hemos entrado en diálogo en los blogs Acción literaria, Hoy no tengo que ir a Bosnia, Archivo Caballero, Ría Revuelta, Museo Marino y Linkillo (cosas mías). El gesto, en cambio, es el de retrotraer la discusión al momento inicial, tomándose “un tiempo” para volver a plantear los argumentos de Arte y Reconciliación casi en los mismos términos en que lo habían hecho antes, ignorando los amplios cuestionamientos formulados a sus palabras y explicándolas de nuevo como si no hubiesen sido comprendidas.

En Para seguir el debate leemos que lo que se quiere es plantear “dudas” sobre los proyectos analizados. Y eso nos recuerda al copete de Arte y reconciliación, en el que leemos que las experiencias abordadas “abren interrogantes”. Sin embargo esos interrogantes no pasan de ser una mera fórmula retórica que plantea por primera vez la sentencia que se repetirá hasta la conclusión: que la “fascinación ante la singularidad de la experiencia” conduce a una ilusoria “reconciliación de las clases”. ¿Es posible, acaso, percibir algún dejo de duda en una frase como esta?:
No se trata de que estos proyectos deban ser cuestionados por "estetizantes", sino de que en ellos el arte se presenta como el vehículo apto para una utopía social reconciliatoria.”
Y dejemos piadosamente de lado que durante los primeros días de su publicación, en esta frase no se decía “deban ser cuestionados” sino “deban ser condenados”. La frase fue prudentemente modificada, pero nos preguntamos si alcanza con cambiar una palabra para cambiar las intenciones con las que el artículo fue escrito. ¿Ofrece Para seguir el debate un panorama distinto? En este nuevo texto, Lucía y Luciano no niegan las diferencias entre los tres proyectos que analizan, pero sugieren que no son realmente significativas; admiten también que su examen no es minucioso, pero siguen sosteniendo las mismas afirmaciones contundentes; aceptan que alrededor de Pedro Caballero hay un museo, pero creen que “ese contexto queda diluido frente a la espectacularidad del sujeto” (signifique esto lo que signifique). ¿Es posible no ver que considerar las diferencias entre los proyectos sería imprescindible para su análisis? ¿Se puede admitir ser poco minucioso a la hora de analizar y taxativo a la hora de sacar conclusiones? ¿Cómo se puede establecer un diálogo con quienes ignoran de plano la minuciosa respuesta a sus argumentos en Contigo a la distancia y sólo se limitan a afirmar que sus argumentos no han sido “rebatidos con claridad”? Y nos preguntamos: si no pueden establecer ningún tipo de vínculo entre un trabajador ferroviario y un museo de historia ferroviaria (con los objetos, las fotos, los carteles, los videos, los folletos, los blogs) y si insisten en que la “espectacularidad del sujeto” opaca todo lo demás, ¿quiénes son los que padecen de una empedernida “fascinación ante el singular”? Entre poder establecer relaciones (a veces contradictorias, a veces ambiguas, a veces en tensión) entre varios elementos, y repetir el gesto mecánico de reducir la pluralidad a un elemento que suprime, anula o diluye a los demás, reside la diferencia, irreductible, entre poder ejercer la complejidad y simplemente declamarla. Por eso, que la riqueza de las acciones de Pedro Caballero se vea reducida, en Arte y reconciliación, a la figura (por lo demás falsa) del cirujeo, no es producto de una mala lectura, sino de un método que sólo puede producir ese tipo de lecturas.

Un debate tiene chances de continuar en la medida en que el intercambio permite precisar, ajustar, refinar el desacuerdo. En Contigo a la distancia mostramos cómo el proceso de análisis que se lleva adelante en Arte y reconciliación se sostiene sobre recortes difíciles de justificar, omisiones lisas y llanas, y errores a secas. Si sus autores consideran que las conclusiones a las que arriban no han sido rebatidas, deberían ponerlas, al menos, al resguardo de signos de pregunta menos retóricos, y revisarlas si lo que se pretende, justamente, es "seguir".
Ana Miravalles, Natalia Martirena, Marcelo Díaz y Nicolás Testoni

Cómo arranca y cómo se desarrolla esta discusión:
L. Campetella y L. Bianco, "Arte y Reconciliación", Planta, 9 de julio de 2009

A. Miravalles, "Generalizaciones que matan", en el blog
Archivo Caballero, 10 de julio de 2009
M. Díaz y N. Testoni, "Contigo en la distancia", 21 de julio de 2009

38 comentarios en el blog Acción Literaria al post "Se armó debate", entre el 22 de julio y y el 4 de agosto
24 comentarios en el blog Ría Revuelta en la entrada "Suenan trompetas", entre el 22 y el 30 de julio
9 comentarios en el blog
Linkillo (cosas mías) en la entrada "La última instancia no se rinde", el 23 de julio
Marina Yuszczuk "Crean en lo general", en su blog
El museo del Mundo y cuatro comentarios, el 28 de julio
Natalia Martirena "¿Cuánto pesa un recuerdo?", en su blog
Hoy no tengo que ir a Bosnia, y 13 comentarios, el 28 de julio

Campetella y Bianco, "Para seguir el debate", el 29 de julio

martes, 21 de julio de 2009

OH, BAJA EL DEDO DIDÁCTICO!

En un artículo publicado hace poco más de una semana en la revista virtual Planta, Lucía Bianco y Luciano Campetella evalúan tres experiencias culturales en comunidades del sur de la provincia de Buenos Aires. Entre ellas se encuentra Archivo White, el proyecto de teatro documental que desarrollamos en el museo.

Dado que discutir en detalle el texto de Lucía y Luciano excede las dimensiones habituales de un post, hemos preparado una página especial con nuestras notas de lectura, a la que se puede acceder haciendo click acá.

martes, 16 de junio de 2009

EL ARTISTA COMO ETNÓGRAFO



Conversamos mucho en Ferrowhite acerca de nuestro hacer como museo y de las actividades que realizamos. Uno de los proyectos que venimos desarrollando desde 2006 es Archivo White, teatro documental, en el que trabajadores del ferrocarril y del puerto llevan sus vidas a escena. La pregunta que en general nos formulamos es qué lugar ocupan los vecinos en el museo ¿son un objeto de estudio? ¿son informantes? ¿cuál es la distancia que media entre ellos y la institución? Todas estas preguntas se agudizan con el teatro, con un ferroviario o un estibador en escena, con las miradas que a veces se desconciertan (¿qué hace un ferroviario bailando Ravel frente a cuarenta personas? ¿qué hace un estibador tocando una trompeta desafinada?) porque no saben muy bien dónde poner eso que ven. Nada de esto llega, sin embargo, a formularse aún como debate. Como también buscamos respuestas, como las que ya tenemos se someten continuamente a revisión, dejo un fragmento de Hal Forster, de El artista como etnógrafo, capítulo 6 de El retorno de lo real:

He acentuado el hecho de que se necesita la reflexividad para protegerse contra una sobreidentificación con el otro (mediante el compromiso, la autoalteración etc.) que puede comprometer esta otredad. Paradójicamente, como Benjamin dio a entender hace mucho tiempo, esta sobreidentificación puede alienar al otro más si no permite la alteración que ya funciona en la representación. Frente a estos peligros -de demasiada o demasiado poca distancia— he abogado por la obra paraláctica que intenta enmarcar al enmarcador cuando éste enmarca al otro. Éste es un modo de adaptarse al contradictorio status de la otredad en cuanto dada y construida, real y fantasmal. Este enmarcamiento puede ser tan sencillo como un pie de foto para un fotógrafo, como en el proyecto de The Bowery de Rosler, o la inversión de un nombre, como en los carteles de Heap of Birds o Baumgarten. Sin embargo, tal reenmarcamiento no es suficiente por sí solo. Una vez más la reflexividad puede llevar a un hermetismo, incluso un narcisismo, en el que el otro es oscurecido, el yo pronunciado; puede también llevar a un rechazo del compromiso sin más. ¿Y la distancia crítica qué garantiza? ¿Se ha convertido esta noción en algo de algún modo mítico, acrítico, una forma de protección mágica, un ritual de pureza por sí mismo? ¿Es tal distancia aún deseable, por no decir posible?
Quizá no, pero una sobreidentificación reductora con el otro no es tampoco deseable. Mucho peor, sin embargo, es una desidentificación criminal del otro. Hoy en día la política cultural, tanto de izquierdas como de derechas, parece atrapada en este callejón sin salida. En gran medida, la izquierda se sobreidentifica con el otro como víctima, lo cual la encierra en una jerarquía de sufrimiento por la cual los desheredados pueden hacer pocas cosas mal. En mucho mayor medida, la derecha se desidentifica del otro, al cual culpa como víctima, y explota esta desidentificación para construir la solidaridad política mediante el miedo y la aversión fantasmales. Frente a este callejón sin salida, la distancia crítica podría no ser tan mala idea después de todo.

Hal Forster, fragmento del capítulo 6, El artista como etnógrafo, de El retorno de lo real. La vanguardia a finales de siglo, Akal, Madrid, 2001.

jueves, 11 de junio de 2009

PEDRO FONTANA REYES NOS INVITA


ARCHIVO CABALLERO

miércoles, 13 de mayo de 2009

DÍA INTERNACIONAL DE LA VIANDA FERROVIARIA



En adhesión al Día Internacional de los Museos, Ferrowhite tiene el agrado de invitar a ud/s. a compartir UNA NOCHE EN EL TALLER.Habrá sorteos, picada ferroviaria, trenes en miniatura, brindis y los retratos ferroviarios de Hugo Llera, Pietro Morelli, Manuel Montes, Pedro Marto y Pedro Caballero. Amenizarán la velada la estrella whitense Sarita Capelletti junto a Patricia Martínez, el dúo de guitarra y bandoneón Mansilla - Canale, y el cuarteto de tangos reos La Puñalada.

A las 20hs, vuelve ARCHIVO CABALLERO, un documental en vivo, la nueva producción de ARCHIVO WHITE (entradas limitadas)